Por: Cirilo Recio Dávila.
La adaptación de una obra clásica, como Hamlet, requiere de una base efectiva en el núcleo esencial de la dramaturgia original. Aunque la historia del príncipe de Dinamarca es sencilla, son la trama y la idea central que propone esta tragedia lo que ha de considerarse como punto de partida fundamental.
De acuerdo con Miguel de Unamuno un héroe trágico, un personaje de novela, un protagonista de una obra dramática nace del sentimiento más profundo del autor; de su propio corazón y de su vida interior. Mientras Jorge Luis Borges afirma que una obra de creación puede ser «creada de nuevo» -recreada- en cuanto un lector hace su propia interpretación de ella. Una adaptación de una obra clásica es por tanto una nueva lectura de ese núcleo, de esa idea original.
En este sentido «Hamlet, Imperio del Dolor» representa un afortunado ejemplo de adaptación dramaturgica realizada por Alejandro Esparza Farías y Espinosa por varias razones. La transformación del príncipe a un joven ejecutivo financiero de NY, así como la traslación de la complejidad de voces y personajes originales hacia una versión con un solo personaje en escena – el propio joven Hamlet–, así como el uso del multimedia para ciertos momentos de la obra soy ya de por sí producto de un exhasustivo trabajo de recreación de la tragedia de Shakespeare. Sin embargo el núcleo, el fundamento, el centro de la historia de Hamlet es el hecho de que la justicia trasciende la muerte y la condición humana se genera a partir de las propias acciones, tanto de asumir el llamado de un destino.
Las reflexiones del joven heredero sobre la vida, la justicia, la venganza, la belleza y la vacuidad de la vida cuando sobre ella pesa el crimen, siguen siendo reflexiones tan vigentes hoy, asó como lo fueron en la época isabelina. Y es esta idea central a la que particularmente es fiel Alejandro en este montaje y adaptación teatrales. Puesto que enfatiza primero que nada, la lealtad hacia su Padre, el Señor Hamlet, la consciencia sobre su destino y la justicia, logra la redención que salva su honor permite, en una interpretación teológica, que su padre muerto se libere del tormento. Si consideramos que en es mundo trascendente a la vida, en la muerte, los hechos y acciones humanas como el crimen, el bien la justifica tienen una repercusión, una expresión real. Entonces vemos que el joven asesor financiero logra que su padre alcance la liberación de su condena, precisamente porque hace de la justicia su único propósito en la vida.
LA PARADOJA DEL MUNDO HIPER INFORMADO
Aislado por un mundo fríamente definido por la especulación financiera, Hamlet se encuentra sólo. La relación que tiene con sus semejantes es muchas veces virtual y otras más mediada únicamente por los elementos de la tecnología electrónica. Estros nos habla de una condición de nuestro tiempo: estamos híper comunicados pero al mismo tiempo en el autismo de de una soledad en medio de la multitud. Empero el Joven Hamlet en Nueva York no vive en un estado de locura («no hay desorden en mí») – dice a su madre Gertrudis en uno de los parlamentos más claros de la obra original y en esta adaptación; su aislamiento es signo de nuestro tiempo, pero su soledad también es indispensable para llevar a cabo la tarea de la justicia. En el Hamlet original, éste vive aislado y solo. Esto es porque se trata de un mundo en el que nadie de los que le rodean comprende ni su dolor, ni su destino, y por lo tanto su titánico esfuerzo de justicia y de venganza para re establecer el honor por el asesinato de su padre a manos de su tío y de su madre. En el Hamlet del imperio del dolor de Esparza Farías y Espinosa, en cambio dicha soledad es una realidad física, dado que se encuentra permanentemente en su despacho y toda relación está mediada por la tecnología más sofisticada.
La propuesta incide en dos condiciones esenciales y vitales del joven financiero: ha de asumir su destino por sí mismo, en la soledad de su propio ser y también expresa la condición específica de la duda existencial, magistralmente definida por el bardo de Strattford en el soliloquio del «Ser o no Ser».
Los tecnicismos financieros, en especial hacia el final del montaje de la adaptación de Alejandro, son necesarios en la medida en la que restablecen el orden del mundo dell Hamlet neoyorquino. La Justicia se deriva precisamente de la caída total de los traidores que el joven ha descubierto. Esto requiere entonces de una trama extra, un tejido sutil que permita ver al espectador el cerco que tiende Hamlet a su tío Claudio, a su madre Gertrudis y a Laertes, que han de quedar en el más absoluto de los desprestigios.
También logra -Esparza Farías y espinosa una re interpretación del juego fundamental del Fortinbras de Shakespeare, que en este caso viene a fungir como capitán escudero del mundo financiero trasladado a un Fortimbrás Smithoover y que le permite justamente llevar a cabo al pie de la letra su venganza. La trama con Ofelia queda entre tejida de tal manera que comprendemos que a final de cuentas el amor entre ambos debería haber sido indestructible a pesar de la intriga y la traición.
Un trabajo completo como el logrado con Hamlet; Imperio del Dolor merecería haber contado con mayor atención por parte de las instituciones, pero sabemos que a final de cuentas, las personas que las dirigen solamente piensan en su buen comer y su bien viajar.
«Hamlet; Imperio del Dolor» de Alejandro Esparza Farías y Espinosa estuvo en cartelera gracias al esfuerzo del mismo actor y dramaturgo y por supuesto tuvimos la oportunidad de colaborar con él personas que como yo, ahora escribimos en memoria de ese legado inolvidable de lo que fue el estreno en Saltillo de esta tragedia universal, representada por primera vez en los 436 años de vida de esta ahora metropoli.
Cirilo Recio Dávila, 2011.
Actor, poeta y periodista.
Asistente de dirección en el mencionado montaje.